“Esa vocecita en tu cabeza que te dice que puedes hacerlo mejor… tiene razón.”
Y lo único que necesitas es alguien que te empuje cada día.
Puede que hayas oído hablar del famoso «síndrome del impostor».
Ese que se cuela en tu mente para susurrarte que nunca eres suficiente, que siempre te falta experiencia, formación o esa certificación de turno para estar a la altura. En mi caso, esa voz ha aparecido en más de una ocasión.
Y, ¿sabes qué?
Me ha sido muy útil.
Me presento: mi nombre es Adrián Sánchez Meroño y, aunque sea raro decirte esto, el síndrome del impostor no ha sido mi enemigo. Ha sido la fuerza que necesitaba para crecer.
Gracias a él, yo me he formado por mi cuenta —devorando libros, cursos y nuevas ideas— y he podido liderar equipos con gente que me doblaba la edad (y la experiencia). Siempre fui el más joven en el departamento, el “inexperto” que tenía que mirar a la cara a profesionales con años de trayectoria.
Eso, más que un problema, se convirtió en mi combustible.
Estaba obligado a aprender y mejorar a marchas forzadas para estar a la altura.
Y funcionó.
Ya te digo que si funcionó.
Hoy, soy emprendedor, consultor de empresas, autodidacta de casi todo lo que me despierta la curiosidad y autor del libro “Maldita Dopamina”.
He estado más de diez años currando en una empresa que factura millones al año, pasando por áreas de dirección operativa, ventas, estrategia, atención al cliente… y un largo etcétera.
He visto cómo las empresas pueden estancarse por no tener una estructura clara, por acomodarse en la mediocridad o por tirar de motivación de quita y pon. Y he entendido que esa vocecita interior, bien gestionada, es lo que te hace dar el salto cuando lo ves todo negro.
El gran problema llega cuando dejamos que ese “impostor” pase de ser un estímulo útil a un parásito que te frena.
Cuando te quedas en la esquina, esperando un permiso invisible para empezar, las oportunidades pasan volando.
En mi trayectoria, he visto infinidad de proyectos estancarse por culpa del miedo.
Por creer que “no estoy preparado” o “no soy lo bastante bueno”.
Y mientras el síndrome del impostor hace de las suyas, seguimos alimentándonos de dopamina rápida: redes sociales, notificaciones, distracciones en bucle que nos impiden focalizar en lo que de verdad importa.
Por eso decidí crear una newsletter diaria, con la que te envío un golpe de realidad mezclado con ideas accionables de mentalidad, negocios y salud.
Suscríbete a mi newsletter aquí, y cada mañana tendrás un recordatorio para ponerte en marcha, con o sin miedo, con o sin la aprobación del mundo. Porque no se trata de acallar esa vocecita interior, sino de aprender a vivir con ella y usarla a tu favor.
¿Qué pasa si dejas que el Síndrome del Impostor campe a sus anchas?
Ay, amigo. Yo lo he vivido. Lo he sentido cuando presentaba estrategias a gente que me sacaba veinte años de experiencia, cuando diseñaba procesos en áreas que jamás había pisado.
El truco fue actuar a pesar de la inseguridad, rodearme de un buen equipo —mi “ejército” personal— y empaparme de conocimientos día tras día.
Cada vez que la voz me decía “no estás listo”, yo respondía con acción.
Y eso te lo quiero transmitir en mis correos: un empujón diario para recordarte que no necesitas tenerlo todo atado antes de empezar.
Que lo importante, joder, es empezar.
¿Y por qué hacerme caso a mí?
Te entiendo si te lo preguntas. A fin de cuentas, internet está lleno de supuestos gurús.
Yo he pasado por áreas críticas en una empresa que factura millones, donde no te puedes permitir tonterías ni perder el tiempo con ideas de color de rosa.
He visto de cerca cómo se disparan las ventas y cómo se hunden proyectos por un mal enfoque, y he aprendido a base de curvas, sudor y, sí, alguna que otra hostia.
Pero sobre todo, he vivido en primera persona lo que es liderar equipos (y hasta secciones completas) siendo “el más joven de la clase”. Si algo me ha enseñado ese contexto es que nunca estás 100% listo, pero puedes ponerte en marcha igual. Eso te da tablas reales, no teorías sacadas de un PowerPoint.
¿Qué sacas tú de todo esto?
- Si vas a sentirte impostor de todos modos, al menos conviértelo en tu aliado.
- Si sientes que tu negocio, tu carrera o tu vida personal están pidiendo un cambio a gritos, no esperes la maldita aprobación de alguien.
- Si te descubres buscando mil excusas para no lanzar esa idea que no deja de rondarte, tal vez sea el momento de hacerle un corte de mangas a tus dudas y ponerte manos a la obra, aunque no sea perfecto.
Aquí va mi propuesta: suscríbete a mi newsletter.
De verdad, no vas a encontrar mensajitos de autoayuda edulcorada. Encontrarás, en cambio, lo que te hace falta oír para darte un impulso cada día: hábitos, reflexiones, historias que conectan con tus retos y te muestran cómo sortearlos.
Piensa en mí como ese colega que te dice las cosas a la cara, pero con la intención de verte progresar.
Podrías intentar avanzar por tu cuenta, lo cual es perfectamente válido. Pero a veces, contar con alguien que te recuerde a diario que se puede (y se debe) mejorar un poco más te ahorra tiempo, energía y muchos quebraderos de cabeza.
Es como tener un entrenador personal de tu foco y de tu ambición, pero sin tener que pagar un dineral por cada sesión de gimnasio.
En resumen:
— El síndrome del impostor no va a desvanecerse del todo… y menos mal. Es tu gasolina.
— El gran enemigo es la inacción y la sobreestimulación hueca que te impide enfocarte.
— Tu siguiente paso es sencillo: apúntate aquí debajo y recibe mi correo diario. Sin adornos ni complicaciones, pero con la dosis justa de realidad que necesitas para ponerte en marcha.
O puedes no hacerlo, seguir esperando la perfección y dejar que las oportunidades se archiven en la carpeta de “cosas pendientes”. Pero si has llegado a leer todo esto, algo me dice que tú no eres de esos.
Vamos a por ello. Y si un día te apetece, cuéntame cómo combinas el síndrome del impostor con tu búsqueda diaria de ser mejor. Al fin y al cabo, en eso estamos todos.
Apúntate. Te espero en la bandeja de entrada. Mañana mismo empezaré a darte la guerra (y la chispa) que te hace falta para avanzar.